¿Por qué hacemos fiestas?

Regularmente responder esta pregunta ante la Comunidad ha sacado más de un dolor de cabeza ante cierta necedad y otra parte de reticencia de parte de alguna persona que se dice Leather o al menos interesada en el tema.

Desde los años 70, con el Movimiento Gay, el que los hombres homosexuales tomaran para sí el ambiente de los bares para reunirse, convivir y conocerse entre sí, fue penetrando también el sacar el cuarto oscuro de su contexto como sitio de reuniones y encuentros clandestinos a estar ante los demás haciendo lo que solo había encontrado espacio en la oscuridad. No se puede decir que sea un argumento para justificar a quien acusa al Movimiento Gay de fomentar entonces la promiscuidad, paralelo al Movimiento de Liberación Sexual de los 50 y 60. Tampoco es una forma de poner cara de indignación ante una realidad sabida y conocida de casi toda la gente afín al Movimiento Gay, la sexualidad y su ejercicio siempre se ha vinculado a las formas de disidencia encontrado siempre que el ambiente permisivo solo existe cuando hay consenso de parte de todos los participantes a estas manifestaciones sociales; con un sexo abierto y sin restricciones que se dan en la sociedad.
Afortunadamente la palabra clave aquí es precisamente el consenso, pues la presencia de todos en una Fiesta Gay o Leather debía tener esa aceptación y complicidad que todos asumen parte del proceso social de la misma. Estar en un flirteo o llevarlo a la entrega, la participación de dos o más, la mirada de morbo y excitación de los que prefieren no participar pero si ver y observar la mirada de los demás aceptando lo que ven es esa actitud posterior a Stonewall y por tanto una manifestación de que lo que se hace no es nada malo ni tampoco algo que usar como forma de exhibición pública, es una reafirmación de la libertad sexual, sin llegar al libertinaje.
Con el paso de los años desde finales de los años 70 y la llegada del VIH en los 80, el cambio generacional puso a muchos a buscar esa misma diversión pero bajo preceptos como el uso de protección, la seguridad del grupo de amigos y compañeros y, ante la nueva ideología de la aceptación social, a la familia como núcleo de apoyo, cosa deseable pero, ante la realidad cultural, debía haber cosas que siguieran siendo dejadas para la postura política y otras dentro de la intimidad.
Con la llegada de la red mucha gente dejó de buscar en bares y sitios de esparcimiento los encuentros con fines de amistad o de pareja, dejando los espacios retomar su postura para ciertas “libertades” que se representan con el sexo casual, las relaciones de barra y los contactos efímeros. Pocos lugares tuvieron espacio para otro esparcimiento y se volvieron sitios de moda. Otros, con mayor sigilo, retomaron la actitud del Código de Conducta anterior a 1970 y “lo que aquí sucede, aquí se queda” se volvió la justificación del mundo clandestino, aparte del medio, aparentemente abierto, donde es la propia gente la que se va alejando o acercando a un grupo o actividad determinada y vemos a personas que ya no pueden mostrar sorpresa, disgusto o enfado ante lo que considera que pasa de subversivo a ofensivo y mejor tomar otro camino ante una mayor oferta de lugares y puntos de encuentro; libertad a veces poco reconocida pero importante en estos tiempos: la de elección.
En los últimos años han aparecido personas que insisten en dos puntos divergentes, el primero es quien espera una expresión totalmente simplista del medio, que sea toda actividad mero pretexto para buscar los encuentros casuales sin considerar que estos se dan siempre, más no todo mundo cuando lo busca y consigue quiere ser parte de la exhibición pública y prefiere la intimidad de una habitación aunque al otro lado de la puerta siga la fiesta, pero se respetará la puerta cerrada, no con llave, sino con el consenso de que una puerta cerrada es un punto de intimidad que comparten lo que están dentro con los que están afuera sin mayores explicaciones.
El otro tipo, común ante una cultura y sociedad de consumo, son quienes pueden o se dan la oportunidad de asistir a fiestas y reuniones fetish, por lo regular fuera de México, donde se cobra por entrar, hay muchos hombres jóvenes, entre bailarines, gogos, Twinky, Hunky y otros más o menos exóticos; que están dispuestos a dejarse llevar ante quien les invita una copa, lo cual para muchos es una mera forma de intercambio comercial, pues estos hombres por lo regular no beben en exceso, no besan, no acarician o lo hacen solo en privado y en un momento distinto al que se tiene.
En los dos casos anteriores, cuando se presentan en Reuniones o Fiestas Leather, son quienes más se decepcionan, buscaban llegar a un lugar semi mítico parecido a una película Hard Core, en un escenario mezcla de futurismo y Edad Media, con hombres que sobrepasan la estética, imagen y forma de ser local de una cultura como la mexicana y esperando alguien apague la luz y grite “orgía” a todo pulmón (no es broma, ha pasado y solo se recibe a cambio miradas desaprobatorias o incluso risas burlonas) y como nadie se mueve en una dirección u otra la persona decide irse pese a perderse tal vez lo mejor de la misma reunión.
Entre las Reuniones y Fiestas de temática Leather, existen siempre ciertas sutilezas, que haya un Código de Vestuario y Conducta, que algunos critiquen como una forma de sectarismo social y económico, el cuero es caro y además como fetiche ofrece muchas opciones que no son realmente parte de la cultura Leather como el trasvestimo o el ser “festivo”; si hay tal regla es porque se quiere diferenciar a un grupo que gusta del cuero de quien solo lo porta como un disfraz para conseguir llamar la atención de alguien, pues, siendo Leather, la actitud será el 90% de la Imagen se vista o no de cuero; pero al portarlo indicará que siente respeto a sus demás compañeros que buscan vestir y estar entre personas que le son iguales por principio, cosa que no es común en las fiestas Gay en que, a menos que sean todos amigos, se marca demasiado los diferencia por el vestir y el tener temas de conversación, lo cual crea a algunos conflicto, que estando presentes personas ajenas al medio, sienten rechazo ante lo que consideran frivolidad.
Podría citar tantos comentarios sobre lo que rodea una Fiesta Leather, desde el rechazo a quien asiste considerándolo un marginado, hasta los que solo buscan criticar el sitio, las personas o el todo por el rechazo que hacen de ellos mismos, pero existe una actitud incluyente precisamente de que es quien llega quien decide integrarse o no, pues el ambiente Leather no es un lugar, es una actitud formada por la suma de los comportamientos, ideas y conceptos que los hombres del medio Leather deciden hacer suyos, sin importar si vienen de mucho tiempo atrás o son formas culturales de convivir que se han ido imponiendo, para un hombre Leather no hay sitio en que se sienta ajeno, pero prefiere conservar su identidad particular, de Hombre Fetichista que prefiere hombres en el sentido masculino y dejar a quienes le son ajenos, que no serían entonces sus “pares”, como gente con quien convive y se relaciona para asuntos de pareja, trabajo o en compromisos mayores como la postura ante el Movimiento de los Derechos de los Homosexuales y su participación en Marchas y Mítines sobre Derechos Sexuales.

Como respuesta sencilla, para quien busca escandalizarse o llevar su morbo al máximo, siempre habrá encuentros sexuales entre hombres Leather en sus Fiestas y Reuniones, pero no es lo principal que se busca, tampoco lo que se deje al mero proceso de convivir, es una diferencia sutil entre solo buscar satisfacción y tener un verdadero contacto sexual pleno que no es siempre la genitalidad.

Gerardo Spíndola
Comunidad Leather México
Moderador

de “Guía del Buen Leather: Fiestas, Reuniones, Sesiones y otras formas de socializar