Leather en el cine, de lo íntimo y lo privado


A lo largo de la historia del cine, los hombres solos, acostumbrados a buscar en esas enormes salas un contacto íntimo entre ellos y la pantalla, dedicados a contemplar una historia, no hacían a un lado que hubiera en algún momento una persona sentada al lado interesada en establecer contacto, las condiciones para un encuentro eran favorables, se imponía el silencio, concentración en lo que se mostraba, la complicidad de fingir que se estaba asistiendo a la sala a ver la película mientras el espacio, un cine, se convertía en el sitio más recurrido en una ciudad para buscar algo de homoerotismo, en cierto modo más público y al mismo tiempo más seguro.


Fue con la propia invención del cine que inmediatamente el cine para adultos, la pornografía, la clase “B” y otras temáticas tomadas de la vida clandestina hicieron su aparición. En algún momento el hacer cine, un arte, era el lugar idóneo para dejar salir pasiones e ideas subconscientes, antes de la década de 1930 y el ascenso de los totalitarismos no hubo tema que no se tratara dentro de la pantalla de plata, tras grandes y fastuosos escenarios, estrellas de primera y el avance del sonido, eran esas películas menores, basadas en dramas de la gente de los medio bajos, donde habría de ir naciendo un interés por la “otredad”, mujeres y hombres con vidas nocturnas, pensamientos amorales, deseo de sobrevivir día a día, por no conocer otra forma de hacerlo, las relaciones entre hombres, el tema que nos interesa, estaba de pronto en las temáticas buscadas.

En una forma escondida, la vida sexual como tabú y una constante vigilancia en convertir las formas en arquetipos reconocibles, aparecen filmes en que los hombres son compañeros, amigos, conocidos y hasta parejas (en un sentido de dar por hecho y no de señalar un toque de homosexualidad en el mismo), en los años 40, tras años de musicales y películas llenas de patriotismo apenas termina la guerra aparece la primera construcción de una relación entre hombres, el contexto de cómo se conocen un tahúr y un empresario sin escrúpulos en un sitio de marinos, malvivientes, ladronzuelos y hombres sin suerte, Glen Ford apuesta en los embarcaderos del puerto de Buenos Aires, gana con trampas y antes de ser asesinado por un inconforme una daga sale de un bastón de un elegante caballero, un alemán, que se divierte de conocer a Johnny, el nombre del tahúr, entablando una relación de compañeros, sellando un pacto y acordando que no habría mujeres de por medio, Johnny se vuelve la mano derecha del alemán, éste confía en el hombre que no tiene pasado “nací ayer, cuando nos conocimos”, de ahí su relación, sin pasado no puede haber deseo de traición, a esta pareja unida por el beneficio mutuo viene a darle otro sentido cuando aparece Gilda (Gilda, 1946), Rita Hayworth, la nueva esposa del alemán, mujer sin escrúpulos que al reconocer en Johnny a su ex amante y él encontrar a la mujer que le hizo olvidarse de las mujeres el duelo entre ellos se convierte en un arma, Johnny cuida de que ella no se deje ver tal y como es ante el alemán y éste le confía a su mujer como otro objeto más de sus posesiones, “es solo un muchachito” dice Gilda despectivamente ante la aparición de las dudas de parte del esposo que cree, o aparenta, todo lo que Johnny dice y es respaldado por Gilda por mera diversión, pues espera ver hasta donde puede llegar Johnny en su supervivencia en la relación con su socio,en un lenguaje sutil, un homosexual ve una relación de dos hombres donde no aparece nada de sexualidad pero sí de seducción, donde un heterosexual ve una historia amoral de cine negro.

Con el desarrollo del medio Underground durante los años 50 y 60, el lugar adecuado para los nuevos tipos de hombres estaban en el cine realista, en una denuncia que intenta explicar una generación que criticaba a lo establecido aparece Marlon Brando, enfundado en su chaqueta de cuero negra, gorra y guantes, subido a una motocicleta y en una silenciosa pero orgullosa mirada nos presenta El Salvaje (The Wild One, 1953), el hombre que cree en la otra vida, fuera de los cánones sociales, de los inadaptados que volvieron decepcionados de la guerra de Corea, leales solo a ellos mismos. Paralelamente un joven de mirada tierna nos tenía a otro tipo de hombre que buscaba bastarse a sí mismo, James Dean, en Rebelde sin Causa (Rebel Without a Cause, 1955), deja un huella imborrable, su muerte deja su carrera en el clímax, pero su imagen quedaba viva en que valía la pena correr riesgos.

Inglaterra, devastada, herida y desfigurada tras la guerra, pagó un precio enorme, una juventud huérfana, que creció entre bombas y ruinas, ostentosa de su victoria que marcó a toda una generación, nació entre esas ruinas el Rock como cultura, la postura de una actitud de rebeldía y desapego, The Leather Boys (1964)culminaría otra era, una relación abiertamente homosexual pero no basada en los cánones de la pareja heterosexual, algo muy recurrido en el cine norteamericano de esos tiempos buscando algo de comprensión para los hombres homosexuales de entonces, la lealtad, la fraternidad, el compañerismo y demás reglas de los cuerpos militares tomaban el lugar de los celos, los sentimentalismos y las crisis en la pareja, sin expresar la violencia que estaba presente, era la distancia de los encuentros casuales la respuesta sana antes de caer en estereotipos de relaciones hombre-mujer.

La Revolución Sexual de los años 60 tenía su lugar para los hombres homosexuales, aparecía un tipo de hombre que dejaba a un lado la modestia y la clandestinidad de la actitud masculina por un fetichismo homoerótico donde el hombre, parecido a la nueva mujer de la Liberación Femenina, era su propio objeto de deseo, tomaba el poder de la seducción para sí y se abría una sexualidad nueva, el cine pornográfico extendía sus espacios, primero como escenas muy escondidas dentro de películas heterosexuales de adultos y un posterior nuevo rubro de películas de escenas homoeróticas, incluyendo sus propios horarios, para solitarios, que daban origen a los cines para hombres. En este ambiente aparece Peter Berlin, alemán de origen aristócrata que llama la atención por su espectacularidad, en una era en que solo las Drag Queens, herederas del espectáculo de cabaret, eran los centros de atención y la imagen del hombre homosexual, es Berlin quien toma al hombre de cuero, el excombatiente, el hombre rudo y a la vez callado que sabía lo que buscaba y lo traspasa a la las calles de San Francisco, el hombre Leather de Peter Berlin es, al fin, un hombre libre y no solo un deseo, con Nights in Black Leather (1973) y That Boy (1974), sus únicas cintas porno, el hombre se vuelve leyenda al ser el fetiche de muchos y empezando a marcar la línea divisoria entre el homosexual Leather y el gay de los años 70.

En un medio tan escondido como era el de los encuentros entre hombres, era fácil especular, si el hombre homosexual era un inadaptado, tendría entonces que ser seguidor de bajas pasiones, descubridor de una actitud de defensa antes de ser atacado y en donde, algunos con cierta educación, tendrían una actitud de culpa, pasión y entrega donde no se mediaran los puntos medios, en este mundo que para la sociedad era algo que se le daba la espalda aparece un tema común, hombres que eran asesinados en hoteles, callejones o tirados a los ríos, clasificados como crímenes pasionales y por tanto sin importar buscarles una solución, aparece (Cruising, 1980), una novela que se vuelve película con Al Pacino, un policía encubierto en el Underground Leather buscando a un asesino de homosexuales, la idea era una denuncia y aparte una sensibilización de que para inicios de la década de los 80 los hombres homosexuales no solo eran los que asumían la postura retadora del gay abierto e irreverente, sino que la revolución silenciosa, con su actitud de un sexo más profundo y otras formas de relacionarse entre hombres, estaba presente desde tres décadas antes al menos como movimiento, el entonces conocido como medio gay no aceptó esa imagen y protestó, entregando una buena parte del Underground al escrutinio público pero formando una nueva línea de caracterización, la sociedad ya no vería al homosexual como el hombre que busca ser mujer victimizado por sí mismo, sino como a otro hombre que tenía el mismo lugar que el resto de las personas en la sociedad, su vida clandestina era ahora, como en todo punto del derecho, un asunto privado.


Buscar un cine para un encuentro es algo ilógico en la mentalidad del siglo XXI donde toda postura de denuncia es algo que se lleva al terreno de la intimidad y “lo que no afecta a un tercero no es de interés de nadie más”, aún así, existen esas escenas que invitan a pensar en ese “algo más”, que devuelven el sentido de intimidad de que solo está el espectador y la pantalla que le habla solo a él, metido en sus pensamientos mientras, casualmente, una mano busca entre sus pantalones a la otra mano que está buscando ese encuentro.


Continuará en “el cine que nos hace sentir”


Gerardo Spíndola

Comunidad Leather México

Moderador


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Revista Pink, enero 2011, páginas 16 y 17